Salvador Monzó es una de las más grandes figuras de la historia del Valencia CF y, probablemente, una de las menos reconocidas. Defensa central de gran fuerza física, se mantuvo en el puesto de titular en el primer equipo durante doce temporadas, en las que disputó un total de 327 partidos oficiales, siendo el tercer jugador con más minutos disputados en la historia del club en el momento de su retirada, en 1956, sólo superado por Vicente Asensi y Juan Ramón. Nacido en el Barrio del Carmen y hombre de club como pocos, se formó en el equipo aficionado años antes de la fundación del Mestalla, llegando al primer equipo tras pasar por sendas cesiones al Levante y al Catarroja.

Debutó en Primera División a los 21 años, bajo las órdenes de Rino Costa, el 27 de diciembre de 1942, en una magnífica victoria frente al Real Madrid en Chamartín en la que ya dio buena muestra de sus posibilidades. Comenzó jugando como mediocentro, como alternativa a Carlos Iturraspe, ocupando esta posición durante varias temporadas hasta la llegada de la WM, momento en que se reconvirtió definitivamente en defensa central, donde mostró su mejor versión, convirtiéndose en la pesadilla de los delanteros rivales. Monzó era un futbolista épico, todoterreno, al que no quedaba una gota de sudor en el cuerpo cuando el árbitro señalaba el final del partido. Alejado de las exquisiteces técnicas, las cuales dejaba a otros, su función era la de peón trabajador, asumiendo con profesionalidad un papel que le hizo ganarse merecidamente la admiración de la grada.

Con el paso del tiempo fue ganando peso específico en la plantilla y se fue convirtiendo en un líder sobre el terreno de juego. Dominador de los balones raseados y del juego aéreo, a pesar de no ser especialmente alto, conquistó dos Ligas, dos Copas y una Supercopa de España, denominada por aquel entonces Copa Eva Duarte, con el equipo de sus amores. No se prodigó por las áreas rivales, y únicamente marcó un gol en toda su carrera deportiva, que sirvió para arrancar un empate a dos en el Metropolitano frente al Atlético de Madrid. Llegó a ser capitán del equipo en la década de los 50, luciendo el brazalete en la final de Copa de 1954. Fue él el encargado de recoger el trofeo, siendo paseado a hombros por sus compañeros sobre el césped de Chamartín, en una imagen que quedó grabada para la eternidad.

Monzó se mantuvo un año más como titular, abandonando la disciplina del club valencianista en el verano de 1955. Aún le quedó combustible para competir un curso más en las filas del Alicante, donde colgó las botas al finalizar la temporada. Salvador Monzó falleció en Valencia, el 24 de febrero de 1985, a la temprana edad de 63 años.