Cirilo Amorós nació en Valencia, el día 18 de marzo de 1904. Tenía nombre de calle por derecho propio, ya que era nieto del gobernador que derribó las murallas de la ciudad. Siendo niño se trasladó a vivir a Madrid con sus padres. Desde muy pequeño, a los 10 años, que jugaba a fútbol con sus compañeros de estudios en el equipo del Colegio Alemán de Madrid, de donde pasó al Areneros, también de la Corte. Ingresó luego en el infantil del Racing de Madrid, donde jugó tres temporadas consecutivas, hasta finales de 1921, que marchó a Alemania, tierra natal de su madre, por asuntos particulares.

Requerido por el Viktoria de Hamburgo, defendió sus colores en la posición de delantero-centro, regresando a su país natal, con gran sentimiento de los aficionados hamburgueses, que veían en él un gran jugador. De regreso, estuvo una corta temporada en Barcelona, donde jugó varios partidos en el RCD Espanyol, llamando la atención por su juego sobrio y afiligranado.

Llegó al Valencia en 1925, y pronto se hizo popular por la efectividad y elegancia de su juego, que unido a su simpatía y modestia, hicieron que el público valenciano le catalogase como uno de sus ases preferidos. Tenía un dribling limpio y brillante, que prodigaba bastante, aunque no tanto que llegara a perjudicar a la labor colectiva de su equipo. Casi siempre jugó como medio ala izquierdo, aunque también ocupó todos los puestos de ataque. Era un jugador muy completo, mejor en la defensa que en ataque, llegando a ser una pesadilla para su ala marcada, por lo pegadizo y por la ligereza de sus piernas.

Cirilo Amorós permaneció en el Valencia diez largas temporadas y capitaneó durante varios años al Valencia de anteguerra, que logró el ascenso a Primera División, y logró seis Campeonatos Regionales. Era un hombre de carácter y un líder absoluto sobre el campo. En una ocasión retó al público de Murcia a bajar al campo. Le hicieron caso y el asunto acabó en una carga de caballería. En otra ocasión se marchó del campo en pleno partido contra el Betis, como protesta por el mal juego del equipo. Fue él, junto con Pasarín, quien ordenó la famosa retirada de Chamartín en la Copa de 1930 tras el surrealista arbitraje de Fausto Martín.

Formó con Salvador y Molina la conocida en Mestalla como «media gloriosa» que, en 1930, estuvo a punto de ser convocada con la selección española, pero el seleccionador, José María Mateos, no se atrevió a darle una oportunidad a una media completa de Segunda División. Siempre fue un jugador de club, ejemplar y profesional que, en sus últimos años, no protestaba las decisiones de los entrenadores de utilizarle para cubrir posiciones endebles. Cuando el tiempo pasó factura, no tuvo problemas en ayudar al equipo amateur. Tuvo su partido homenaje, el 21 de mayo de 1933, contra un combinado nacional, aunque la mala suerte le deparó una tormenta. Pese a todo, el público asistente le hizo objeto de una calurosa ovación, como asimismo el club, que le ofreció una copa conmemorativa.