Ficha de partido
RCD Mallorca
2 - 1
Valencia CF
Equipos titulares
10
11
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Arango
8'
Miguel Ángel AnguloAsist: David Villa
16'
Descanso
45'
Doni
47'
Edu GasparCarlos Marchena
57'
Miguel Ángel MistaPablo Aimar
68'
FarinósVíctor
76'
Arango
80'
Hugo VianaRubén Baraja
83'
Roberto Ayala
83'
TuniDoni
86'
Jonás
89'
Hugo Viana
91'
CampanoJonás
92'
Final del partido
93'
Estadio
Rival: RCD Mallorca
Records vs RCD Mallorca
Máximo goleador: Silvestre Igoa (7 goles)
Goleador rival: Ninguno
Más partidos: Santi Cañizares (18 partidos)
Mayor victoria: 8 - 0 (07.05.1950)
Mayor derrota: 0 - 4 (19.02.1961)
Más repetido: 1-0 (11 veces)
Crónica
El Valencia cayó de forma lamentable en Mallorca, fue incapaz de sumar el punto que le garantizaría la cuarta plaza y dejó en bandeja el segundo puesto al Madrid. El partido acabó entre oés de los aficionados de Son Moix, que reflejaban así la alegría por el juego y la victoria de su equipo. Mientras el Mallorca dio un paso de gigante hacia la salvación, el Valencia sufrió una dolorosa derrota –que puso en bandeja el título de Liga al Barcelona– por un lado por su defectuosa imagen y, por otro, porque pone en serio peligro la segunda posición. Al conjunto valencianista continúa faltándole un punto para, al menos, asegurar su presencia entre los cuatro primeros y, por tanto, en la próxima edición de la Liga de Campeones. El Mallorca se le subió a las barbas. El colista parecía que era quien luchaba por el subcampeonato. Fue mejor en todos los sentidos. Fútbol, intención, entrega, anticipación, efectividad y goles. El Valencia, en cambio, se mostró como un equipo mediocre, del montón. Nada que ver con el de las últimas semanas. Como se inician muchas novelas, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
La sombra de Subirats
Siempre habrá quien piense que los titubeos que el Valencia mostró desde el primer tiempo estuvieron directamente relacionados con la tensión que podía haber generado la destitución de Subirats. El equipo de Quique salió dormido y como los baleares iban como motos no tardaron en abrir el marcador. Menudo mazazo y menuda euforia la que se vivió en el recinto de Palma cuando Arango hizo el 1-0. Los blanquinegros, en esta ocasión de azul y naranja, parecían zombis, como si estuvieran afectados y no dieran crédito a que apenas unas horas antes habían acudido a la isla acompañados de un director deportivo y que iban a regresar sin él.
Pero no. No era por eso, ni mucho menos. Fue porque el Mallorca estuvo más por la labor de buscar los puntos que le llevaran a evitar la pérdida de categoría, mientras los de Quique, casi pasmados, a pesar de su obligación de afianzar el subcampeonato, ofrecieron la sensación de haber perdido la chispa de recientes ocasiones. Desde luego, pasaron demasiados apuros con una evidente falta de concentración. Sin embargo, la alegría local duró muy poco porque, aunque el equipo bermellón llevó la iniciativa, en la primera aproximación al marco defendido por Prats llegó la igualada. La fuerza de Villa al llevarse al balón ante Nunes y su posterior generosidad en el pase, permitió que Angulo estableciera el empate en el marcador, cuando apenas se había cumplido el cuarto de hora.
Después de estos quince minutos extraños en los que se vio a un Valencia desdibujado, dio la sensación de que se sacudía el dominio. Empezó a moverse con más sentido, aumentó la seguridad en la defensa, hasta entonces titubeante, y a la vez tuvo mayor predisposición ofensiva. Pero fueron pinceladas esporádicas porque, de nuevo, el Mallorca recuperó el espíritu y repitió aproximaciones que obligaron a intervenir repetidamente a Cañizares. Los valencianistas estaban locos por que llegara el descanso. Y Quique más. Necesitaba poner orden. Ya había advertido de que se trataba de un partido trampa y mostró sus inquietudes.
Tal como se desenvolvió el Valencia en el periodo inicial, el 1-1 era lo mejor que le podía pasar. Realmente fue un premio. Aunque dio varios coletazos de calidad, permaneció demasiado tiempo sobre las cuerdas y estuvo mucho más cerca de llevarse algún gol más que de asustar al rival. Seguramente, en el vestuario no hubo tiempo de reflexión porque los compases iniciales del segundo periodo no pudieron ser peores. Un despiste en los marcajes permitió que Domi, rozando el fuera de juego junto a Nunes, tocara el balón lo suficiente como para volver a adelantar a su equipo. El delirio en Son Moix contrastó con el intercambio de miradas acusadoras entre los blanquinegros. Desde ese momento, el Mallorca empezó a jugar a placer. La ventaja en el marcador le dio alas y, por contra, puso plomo en las botas de los valencianistas, imprecisos y nerviosos.
Quique reaccionó desde la banda. Introdujo rápidamente un cambio (Edu por Marchena) y el brasileño ocupó la plaza de mediocentro y el de Villamarxant volvió a la defensa. No es que aquello ofreciera un cambio de perspectiva, pero sobre todo proporcionó mayor seguridad en la zaga y, con ello, ganó el ataque. El hecho significó que el Mallorca cediera terreno y replegara sus líneas para salir a la contra. El Valencia le veía las orejas al lobo y se estiró con más decisión, porque al menos necesitaba un punto para asegurar la clasificación europea. Era lo mínimo exigible.
Quique trató de dar coherencia a su equipo y con la entrada a Mista en el lugar de Aimar desplazó a Regueiro a la banda. Villa siguió como referencia, mientras Miguel trató de doblar a Angulo, incrementando la aproximaciones. Pero el desaguisado parecía imposible de arreglar. El equipo de Manzano, sereno, manejó el balón con más intención que el Valencia. Abrió el juego a las bandas y con pases largos estuvo muy cerca de sorprender a un rival que jugaba a la desesperada. Al final, nada pudo hacer. La derrota supone un brusco frenazo a los intereses valencianistas de cara a la posibilidad de atrapar una de las plazas de Champions, especialmente la segunda, que da el acceso directo.
La sombra de Subirats
Siempre habrá quien piense que los titubeos que el Valencia mostró desde el primer tiempo estuvieron directamente relacionados con la tensión que podía haber generado la destitución de Subirats. El equipo de Quique salió dormido y como los baleares iban como motos no tardaron en abrir el marcador. Menudo mazazo y menuda euforia la que se vivió en el recinto de Palma cuando Arango hizo el 1-0. Los blanquinegros, en esta ocasión de azul y naranja, parecían zombis, como si estuvieran afectados y no dieran crédito a que apenas unas horas antes habían acudido a la isla acompañados de un director deportivo y que iban a regresar sin él.
Pero no. No era por eso, ni mucho menos. Fue porque el Mallorca estuvo más por la labor de buscar los puntos que le llevaran a evitar la pérdida de categoría, mientras los de Quique, casi pasmados, a pesar de su obligación de afianzar el subcampeonato, ofrecieron la sensación de haber perdido la chispa de recientes ocasiones. Desde luego, pasaron demasiados apuros con una evidente falta de concentración. Sin embargo, la alegría local duró muy poco porque, aunque el equipo bermellón llevó la iniciativa, en la primera aproximación al marco defendido por Prats llegó la igualada. La fuerza de Villa al llevarse al balón ante Nunes y su posterior generosidad en el pase, permitió que Angulo estableciera el empate en el marcador, cuando apenas se había cumplido el cuarto de hora.
Después de estos quince minutos extraños en los que se vio a un Valencia desdibujado, dio la sensación de que se sacudía el dominio. Empezó a moverse con más sentido, aumentó la seguridad en la defensa, hasta entonces titubeante, y a la vez tuvo mayor predisposición ofensiva. Pero fueron pinceladas esporádicas porque, de nuevo, el Mallorca recuperó el espíritu y repitió aproximaciones que obligaron a intervenir repetidamente a Cañizares. Los valencianistas estaban locos por que llegara el descanso. Y Quique más. Necesitaba poner orden. Ya había advertido de que se trataba de un partido trampa y mostró sus inquietudes.
Tal como se desenvolvió el Valencia en el periodo inicial, el 1-1 era lo mejor que le podía pasar. Realmente fue un premio. Aunque dio varios coletazos de calidad, permaneció demasiado tiempo sobre las cuerdas y estuvo mucho más cerca de llevarse algún gol más que de asustar al rival. Seguramente, en el vestuario no hubo tiempo de reflexión porque los compases iniciales del segundo periodo no pudieron ser peores. Un despiste en los marcajes permitió que Domi, rozando el fuera de juego junto a Nunes, tocara el balón lo suficiente como para volver a adelantar a su equipo. El delirio en Son Moix contrastó con el intercambio de miradas acusadoras entre los blanquinegros. Desde ese momento, el Mallorca empezó a jugar a placer. La ventaja en el marcador le dio alas y, por contra, puso plomo en las botas de los valencianistas, imprecisos y nerviosos.
Quique reaccionó desde la banda. Introdujo rápidamente un cambio (Edu por Marchena) y el brasileño ocupó la plaza de mediocentro y el de Villamarxant volvió a la defensa. No es que aquello ofreciera un cambio de perspectiva, pero sobre todo proporcionó mayor seguridad en la zaga y, con ello, ganó el ataque. El hecho significó que el Mallorca cediera terreno y replegara sus líneas para salir a la contra. El Valencia le veía las orejas al lobo y se estiró con más decisión, porque al menos necesitaba un punto para asegurar la clasificación europea. Era lo mínimo exigible.
Quique trató de dar coherencia a su equipo y con la entrada a Mista en el lugar de Aimar desplazó a Regueiro a la banda. Villa siguió como referencia, mientras Miguel trató de doblar a Angulo, incrementando la aproximaciones. Pero el desaguisado parecía imposible de arreglar. El equipo de Manzano, sereno, manejó el balón con más intención que el Valencia. Abrió el juego a las bandas y con pases largos estuvo muy cerca de sorprender a un rival que jugaba a la desesperada. Al final, nada pudo hacer. La derrota supone un brusco frenazo a los intereses valencianistas de cara a la posibilidad de atrapar una de las plazas de Champions, especialmente la segunda, que da el acceso directo.