Ficha de partido
Valencia CF
0 - 2
Rac. Santander
Equipos titulares
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Scaloni
15'
Munitis
19'
David Navarro
37'
Descanso
45'
Hugo VianaDavid Navarro
45'
Joaquín SánchezMiguel Ángel Angulo
45'
Oriol
62'
BalboaScaloni
73'
Antonio TomásZigic
84'
Hugo Viana
88'
JuanjoÓscar Serrano
88'
Asier Del Horno
90'
Final del partido
91'
Estadio
Rival: Rac. Santander
Records vs Rac. Santander
Máximo goleador: José Vilanova (7 goles)
Goleador rival: Cisco (9 goles)
Más partidos: Miguel Ángel Angulo (14 partidos)
Mayor victoria: 8 - 1 (03.10.1954)
Mayor derrota: 0 - 5 (31.03.1935)
Más repetido: 1-2 (13 veces)
Crónica
Quique tiene algo de brujo. Le preocupaba el partido con el Racing. Lo avisó el día anterior pero advirtió de que el equipo tenía la lección aprendida de lo que ocurrió en la primera vuelta, en El Sardinero. Una jugada puntual –así la calificó– dejó los dos puntos en Santander. En Mestalla ayer fueron dos jugadas puntuales. Primero la talla de Zigic y la habilidad de Munitis, y luego la anticipación de Oriol. Pero todo ello aderezado con errores infantiles en defensa. 0-2. Un resultado adverso que no se daba en Mestalla desde hacía año y medio, cuando el Sevilla sacó los colores a los blanquinegros.
Un desastre como espectáculo y además una decepción porque el equipo pierde comba en la cabeza de la tabla. Habrá que esperar a hoy y ver qué hacen el Real Madrid, Zaragoza y Atlético, que tienen a los blanquinegros a tiro de piedra. El cuento de la lechera estaba en boca de todos. Seis puntos para seguir ahí. Se daba por hecho que la fortaleza de Mestalla era decisiva ante los dos compromisos consecutivos en Valencia. En el primero hubo porra. El Racing se llevó un buen botín, y dentro de quince días –porque hay parón por los compromisos internacionales– llegará el Espanyol.
Al Valencia no le va que le cedan la iniciativa. Se siente más incómodo cuando tiene llevar la batuta. Su fútbol es rápido, de poco manejo del balón para construir. Por eso prefiere encontrar huecos para apuntillar al rival. Pero el guión ayer estaba cambiado. Era lógico. Por tradición como rival y porque tres meses sin ganar lejos de El Sardinero deben obligar mucho. El Racing se enfundó el papel que le gusta al Valencia. Presión y contragolpe, y acertó. Quique insistió en que le preocupaba el equipo de Santander. Por dos circunstancias: el ambiente festivo que vive la ciudad, que podía descentrar, y porque al rival aporta buenas cifras y un manejo de balón que no se valora demasiado.
El Valencia salió desde el primer momento decidido a por la victoria y acosó sin tregua el marco defendido por Toño. Pero lo hizo sin cordura, demasiado alocado. Salvo un disparo a cargo de Carlos Marchena, desde la distancia, no hubo claras ocasiones para abrir el melón. Ninguna en esa portería, claro..., porque acto seguido llegó el jarro agua fría. El inapelable gol de Munitis, que se aprovechó de una asistencia del gigantón Zigic para poner muy cuesta arriba el objetivo de los valencianistas. Sin embargo, sino llegó el empate no fue por falta de empuje y de ocasiones. Hasta llegar al descanso, el Valencia asumió la responsabilidad. Se sobrepuso al gol en contra y buscó el suyo. Tomó la iniciativa que le había faltado antes y se comportó como un equipo que quería ganar. Las oportunidades de Morientes y Silva, desbaratadas por Toño y, sobre todo, la que tuvo Angulo después de un sensacional control –remató flojo y mal–, y postrera entre Villa y Silva, que posiblemente se estorbaron, quedaron en eso. En oportunidades.
Faltaba la chispa que sirviera para mover el motor. El Valencia quería pero no podía. Incluso su presión significó asumir riesgos en defensa. Precisamente, por ello, en algunos instantes las contras montañesas estuvieron a punto de hacerle pupa de verdad. Para el inicio del segundo tiempo Quique echó mano de los cambios. Su equipo no estaba funcionando y era necesario mover el banquillo. Darle otro aire para revertir una situación porque a medida de que transcurrieran los minutos iban a florecer los nervios y el panorama se complicaría más.
El técnico decidió prescindir de David Navarro y Angulo. Fueron los sacrificados para dar otro carisma. Entraron Hugo Viana y Joaquín y con ello Quique remodeló todas las líneas. El portugués acompañó a Albelda en el medio del campo, Marchena ocupó la plaza de central y el gaditano, claro, la banda diestra. Pero las modificaciones no ofrecieron nada nuevo. Al contrario. El Valencia llegaba con menor fluidez al área del rival. Poco después del cuarto de hora, Oriol puso en evidencia el sistema defensivo. Se anticipó a todos y envió a la red un servicio de córner ejecutado por Munitis.
El partido en ese momento había quedado visto para sentencia, El marcador pesaba como una losa para los valencianistas, que siguieron intentándolo mientras que el Racing, tranquilo y ordenado, replicó incluso en nuevas contras. Pero no hubo más goles. Pinillos evitó con la cabeza el gol del honor. A falta de diez minutos, muchos aficionados empezaron a desfilar. Quedaba muy poco por ver y la fiesta en las calles ofrecía mejor atractivo. Era la mejor manera de olvidar un mal partido de un equipo que ayer dio la de arena, si es que la buena es la de cal. El Valencia fue menos Valencia y la afición de Mestalla le despidió con pitos. La decepcionante imagen no sólo supone un paso atrás en las aspiraciones –luego se echan en falta esos puntos–, sino que además la celebración hoy de su 88 cumpleaños no pudo tener peor regalo.
Un desastre como espectáculo y además una decepción porque el equipo pierde comba en la cabeza de la tabla. Habrá que esperar a hoy y ver qué hacen el Real Madrid, Zaragoza y Atlético, que tienen a los blanquinegros a tiro de piedra. El cuento de la lechera estaba en boca de todos. Seis puntos para seguir ahí. Se daba por hecho que la fortaleza de Mestalla era decisiva ante los dos compromisos consecutivos en Valencia. En el primero hubo porra. El Racing se llevó un buen botín, y dentro de quince días –porque hay parón por los compromisos internacionales– llegará el Espanyol.
Al Valencia no le va que le cedan la iniciativa. Se siente más incómodo cuando tiene llevar la batuta. Su fútbol es rápido, de poco manejo del balón para construir. Por eso prefiere encontrar huecos para apuntillar al rival. Pero el guión ayer estaba cambiado. Era lógico. Por tradición como rival y porque tres meses sin ganar lejos de El Sardinero deben obligar mucho. El Racing se enfundó el papel que le gusta al Valencia. Presión y contragolpe, y acertó. Quique insistió en que le preocupaba el equipo de Santander. Por dos circunstancias: el ambiente festivo que vive la ciudad, que podía descentrar, y porque al rival aporta buenas cifras y un manejo de balón que no se valora demasiado.
El Valencia salió desde el primer momento decidido a por la victoria y acosó sin tregua el marco defendido por Toño. Pero lo hizo sin cordura, demasiado alocado. Salvo un disparo a cargo de Carlos Marchena, desde la distancia, no hubo claras ocasiones para abrir el melón. Ninguna en esa portería, claro..., porque acto seguido llegó el jarro agua fría. El inapelable gol de Munitis, que se aprovechó de una asistencia del gigantón Zigic para poner muy cuesta arriba el objetivo de los valencianistas. Sin embargo, sino llegó el empate no fue por falta de empuje y de ocasiones. Hasta llegar al descanso, el Valencia asumió la responsabilidad. Se sobrepuso al gol en contra y buscó el suyo. Tomó la iniciativa que le había faltado antes y se comportó como un equipo que quería ganar. Las oportunidades de Morientes y Silva, desbaratadas por Toño y, sobre todo, la que tuvo Angulo después de un sensacional control –remató flojo y mal–, y postrera entre Villa y Silva, que posiblemente se estorbaron, quedaron en eso. En oportunidades.
Faltaba la chispa que sirviera para mover el motor. El Valencia quería pero no podía. Incluso su presión significó asumir riesgos en defensa. Precisamente, por ello, en algunos instantes las contras montañesas estuvieron a punto de hacerle pupa de verdad. Para el inicio del segundo tiempo Quique echó mano de los cambios. Su equipo no estaba funcionando y era necesario mover el banquillo. Darle otro aire para revertir una situación porque a medida de que transcurrieran los minutos iban a florecer los nervios y el panorama se complicaría más.
El técnico decidió prescindir de David Navarro y Angulo. Fueron los sacrificados para dar otro carisma. Entraron Hugo Viana y Joaquín y con ello Quique remodeló todas las líneas. El portugués acompañó a Albelda en el medio del campo, Marchena ocupó la plaza de central y el gaditano, claro, la banda diestra. Pero las modificaciones no ofrecieron nada nuevo. Al contrario. El Valencia llegaba con menor fluidez al área del rival. Poco después del cuarto de hora, Oriol puso en evidencia el sistema defensivo. Se anticipó a todos y envió a la red un servicio de córner ejecutado por Munitis.
El partido en ese momento había quedado visto para sentencia, El marcador pesaba como una losa para los valencianistas, que siguieron intentándolo mientras que el Racing, tranquilo y ordenado, replicó incluso en nuevas contras. Pero no hubo más goles. Pinillos evitó con la cabeza el gol del honor. A falta de diez minutos, muchos aficionados empezaron a desfilar. Quedaba muy poco por ver y la fiesta en las calles ofrecía mejor atractivo. Era la mejor manera de olvidar un mal partido de un equipo que ayer dio la de arena, si es que la buena es la de cal. El Valencia fue menos Valencia y la afición de Mestalla le despidió con pitos. La decepcionante imagen no sólo supone un paso atrás en las aspiraciones –luego se echan en falta esos puntos–, sino que además la celebración hoy de su 88 cumpleaños no pudo tener peor regalo.