Supercopa de Europa 2004

El Valencia, que había derrotado tan sólo tres meses antes al Olympique de Marsella francés en la final de la Copa de la UEFA, conquistó su segunda Supercopa de Europa y sumó su tercer título del año, tras derrotar al Oporto en la final por 2-1. El triunfo en el estadio Louis II de Mónaco no fue brillante pero sí laborioso porque enfrente había un rival de talla. El equipo che supo manejar mejor el juego y estuvo más certeros que sus rivales, lo que le permitió coronarse como el nuevo rey del fútbol europeo.

Un gol de Baraja y otro de Di Vaio pusieron el resultado en franquía y aunque en última instancia Quaresma dio vida a los portugueses, los de Ranieri mantuvieron la compostura hasta el último instante. El estadio monegasco olía a pólvora. Pólvora valenciana acompañada de continuos cánticos para arropar a un equipo que estaba obligado a ganar. Los más de mil kilómetros de carretera no fueron nada para la satisfacción de los alrededor de cuatro mil valencianistas que disfrutaron con la victoria.

Albelda levantó el trofeo que hacía casi veinticinco años no conseguía el Valencia. Entonces fue a doble partido con el Nottingham, como campeón de Recopa, y ahora frente al Oporto, como poseedor de la Copa de la UEFA. El Valencia fue un bloque. Sobriedad defensiva, trabajo intenso en la zona medular y, quizás, falta de tino delante a pesar de los dos goles. La presión, que es una de las obsesiones de Claudio Ranieri, fue una constante. Desde el primer minuto, los blanquinegros abrumaron a un Oporto que repetía final pero que se quedó con las ganas. El primer tiempo ofreció un juego muy trabado. Poco vistoso. Muchas precauciones en uno y otro equipo y mayor sensación de bloque homogéneo en el Valencia, porque sus líneas estaban muy juntas y mantuvo, además, mayor tiempo la posesión del balón. Fue una constante que se repitió también en la segunda parte aunque en el tramo final el Oporto cobró vida con el gol de Quaresma y, casi a la desesperada, puso en bastantes apuros a la eficaz línea de retaguardia valencianista.

El primer aviso lo dio el Oporto. Cañizares respondió con una sensacional parada a tiro de Costinha y antes de cumplirse la media hora un centro de Carlos Alberto lo cabeceó Postiga ajustando el balón al larguero. El Valencia ofreció la réplica en una jugada similar con centro de Vicente y testarazo de Di Vaio. Y, de inmediato, el golazo de Baraja con la cabeza que provocó los primeros cánticos espectaculares de la noche: "¡Que bote Mestalla, que bote Mestalla!". Fue un clamor porque el recinto del Principado, con apenas 17.000 localidades, albergaba una mayoría valencianista. Desde ahí hasta el final del primer periodo el Valencia se mostró dominador y, aunque sólo tuvo una oportunidad en un chut lejano de Di Vaio, mostró mayor convicción en lo que hacía. El segundo periodo trajo nuevos cánticos. "¡Xe que bo, xe que bo!", entonaron los blanquinegros, que en su mayor parte iban equipados con camisas naranjas, dando un colorido especial a las gradas del estadio.

Como en el primer tiempo, en estos compases iniciales nueva oportunidad para el Oporto y espectacular réplica de Cañizares a tiro de Carlos Alberto. Y poco después el testarazo de Di Vaio que parecía dejar la final sentenciada. Desde ese instante, el Oporto se quedó roto. El "¡Amunt Valencia!" fue la melodía con la que los aficionados premiaban a los suyos ante una afición del Oporto que parecía resignada, menos numerosa y desde luego mucho menos vibrante que la valenciana.

La línea defensiva, con Curro, Navarro, Marchena y Carboni estuvo impecable. Serenidad, contundencia y, además, eficacia de los dos laterales que continuamente aprovecharon las oportunidades para acceder al ataque. En el medio del campo, Albelda y Baraja como pivotes rozaron el sobresaliente y Vicente y Rufete colaboraron con ellos, pisando en ocasiones menos la cal porque el Oporto jugaba con un trivote central muy peligroso. Pero esta circunstancia proporcionaba que tanto Curro como Carboni pudiesen colaborar con ellos, doblándoles en cuantas jugadas ofensivas se producían. Delante, Corradi y Di Vaio trabajaron mucho, el segundo hizo el gol de la serenidad.