Inicio del partido

0'

Eufemio CabralJuan Carlos Álvarez

30'

Ricardo Arias

37'

Saccardi

39'

Descanso

45'

Darío FelmanEloy Angulo

55'

Charles

67'

Manuel Botubot

67'

Saccardi

70'

JuanQuique

71'

RiveraSaccardi

80'

Eufemio Cabral

88'

Final del partido

90'

Ambiente de gran acontecimiento en torno al Hércules-Valencia. Las circunstancias que rodeaban el encuentro y la adicional rivalidad regional hicieron que la expectación fuera grande y la afluencia de espctadores muy numerosa en una tarde con sol radiante, viento en calma y terreno en deficientes condiciones, con muchas calvas en el césped. En los graderíos, muchos seguidores del conjunto visitante y nervios a flor de piel que se hicieron más notarios a medida que avanzaba el encuentro y el resultado se mantenía incierto en el marcador.

El Hércules hacía cuatro meses que no sabía lo que era ganar un partido de Liga. Concretamente, desde el 16 de octubre, en que se ganó al Barcelona en el Rico Pérez. Por eso, desde hace tiempo mantiene en propiedad el farolillo rojo, y por eso su victoria de hoy sobre el Valencia ha sido celebrada con alegría y auténtica satisfacción. Adelantémonos a decir que la victoria herculana fue justa y merecida, porque el bando alicantino se mostró siempre superior a su rival, no sólo en dominio territorial y en la creación de oportunidades de gol sino en el planteamiento del pártido y en la forma de llevarlo adelante. Se ha confirmado que el equipo va a más condición física, en ilusión, en moral y en eficacia.

Una de las condiciones que exigía la victoria sobre el Valencia era el anular a los hombres clave del conjunto blanco, y Diarte y Kempes apenas dieron señales de vida, porque, sobre ellos se ejerció un férreo marcaje y no tuvieron ocasión de asomarse al área local, resultando infructuosos todos sus intentos de penetración y sus contados remates. En el miuto 35 es derribado Sancayetano al borde del área grande. El castigo lo ejecutó Saccardi, agarrando un tiro impresionante y clavando el balón en las mallas sin que Manzanedo se enterase de la trayectoria del esférico.

Por otra parte, el centro del campo lo dominaron siempre los locales, con un Aracil combativo, un Saccardi mandón y un Lattuada que obsequió a los espectadores que casi llenaban los graderíos con la mejor actuación de las realizadas desde que viste la camiseta blanquiazul. Ahí, estuvo el secreto del éxito herculano y de ahí se derivó la inoperancia de los valencianistas. Los destellos de las grandes figuras visitantes apenas deslumbraron porque se eclipsaron al interponerse en sus evoluciones José Antonio, que fue la sombra de Kempes, Baena, que sujetó muy bien a Diarte y Quique, que le puso siempre a Eloy. De Saura se ocupó Aracil, cuando no le reclamaba la presencia de Kempes en su demarcación. De este modo se maniató al adversario que no sOlo se sintió incómodo en todas las zonas del rectángulo, sino que no acéptó de buen grado la superioridad del bando local, sacando a relucir los malos modOs, que deslucieron la contienda ya de por si pobre de calidad y de brillantez.

Pero lo que de bueno le faltó a este derby regional le sobró de emoción. El primer tiempo transcurrió entre alternativas de dominio mostrándose arrollador el Hércules en los comienzos para ceder en sus ímpetus mediada la primera mitad. Y después que el Hérculés marcó el gol y el Valencia se afanó por restablecer el equilibrio en el marcador, la tensión fue subiendo de punto hasta que se saltaron los nervios determinando las expulsiones de Charles y Botubot en la segunda parte para acabar con la descalificación de Cabral al límite del tiempo reglamentario.

Acciones decisivas a lo largo del encuentro hubo muy pocas. La primera se produjo era el minuto inicial del partido al fallar Verde el remate a un centro de Lattuada. Dos minutos más tarde la oportunidad la tuvo el Valencia en un tiro tremendo de Saura que neutralizó Deusto con apuros. Después, aparte del gol, nada destacable hasta el descanso, a no ser la pobre exhibición de los dos contendientes. En el minuto 30 de la segUnda parte tuvo Diarte en sus pies una ocasión de oro para establecer el empate pero dentro del área se entretuvo en una interminable serie de regates hasta que un defensa local conjuró el peligro.

Cuando ya se finalizaba el encuentro, el público protestó una decisión del árbitro. Se lanzaron almohadillas al campo y el juego estuvo parado unos cinco minutos. Mientras Cabral era enviado a los vestuarios, y la tensión llegaba al máximo.