Ficha de partido: 06.03.1949: Atlético de Madrid 2 - 2 Valencia CF

Ficha de partido

At. Madrid
At. Madrid
2 - 2
Valencia CF
Valencia CF

Equipos titulares

Timeline del partido

escudo local
Inicio del partido
0'
escudo visitante
Mundo SuárezAsist: Silvestre Igoa
6'
Descanso
45'
Vicente Seguí
60'
Múgica
68'
Silva
81'
Final del partido
90'

Estadio



Nombre: Metropolitano
Aforo: 25.000 espectadores
Ubicación: Madrid (Madrid) 
Inauguración: 13/05/1923 (Demolido en 1966)

Rival: At. Madrid

Records vs At. Madrid

Máximo goleador: Mundo Suárez (16 goles)
Goleador rival: Luis Aragonés (12 goles)
Mayor victoria: 9 - 1 (13.09.1936)
Mayor derrota: 0 - 5 (10.11.1985)
Más repetido: 1-1 (22 veces)

Crónica

Hay dos maneras de electrizar a los públicos: con juego de calidad y con fútbol de emoción. Y una fórmula constante constante y tenazmente empleada por nuestros grandes equipos para desesperar a los aficionados, sobre todo cuando, además, resultan apasionados: esfuerzo final.

En esta reciente oportunidad, apenas si hemos tenido, ocasión de aburrirnos, porque el Valencia, bien preparado físicamente, planteó su táctica defensiva, a la que se avino el Atlético, y el Atlético sólo se desperezó cuando sintió en lo hondo de su alegre indiferencia el espolazo de los dos goles. Entonces (faltaba poco más de un cuarto de hora para terminar) todo el grupo rojiblanco se encrespó, se sublevó y se volcó sobre la meta rival. Y aquel cuarto de hora valió por muchos grandes partidos.

Yo creo que es una técnica deplorable esta del esfuerzo sopremo en el límite del tiempo; pero si los clubs de categoría lo prefieren, habrá que aceptarla. De cualquier modo, es un sistema para hacer sufrir a los incondicionales y un mecanismo de exaltación, que consigue dar el contenido de un gran partido en el plazo más breve. Puede suceder, sin embargo, que la dosis resulte exagerada y que, como en este caso medicina (goles) no llegue a ser suficiente para reponer totalmente al enfermo. Aunque le mejore mucho.

Ningún equipo, ni siquiera el Barcelona, sabe utilizar tan eficazmente sus elementos como este Valencia cuando juega fuera de Mestalla. La veteranía es una enorme ventaja, pero la dosificación de los esfuerzos es acierto más peculiar del conjunto blanco. En esta ocasión eoncretarfiente, el Valencia hizo en el Metropolitano el partido que debía y quería hacer; y si no triunfó, fue porque entre los imponderables del fútbol está ese de las reacciones inflamadas y en tromba, como la que nos sirvió el Atlético cuando la mayoría de los espectadores le suponían apagado. Pero en la disposición de los propios elementos, no está escrito cómo los otros van a emplearse, y puede suceder que un once se dispare por mecanismo desconocido y dé en tierra con todas las prevenciones de una técnica preestablecida. El Valencia tenía la suya, y el Atlético, probablemente, no tenía, ninguna. Mas, a última hora, los rojiblancos se creyeron en la obligación de incendiarse. Y el grupo valenciano bastante hizo con tratar de apagar el fuego.

No hace falta insistir en los defectos del Atlético actual, que no tiene un delantero centro de empuje, un hombre-ariete capaz de romper con su ímpetu el frente enemigo. Los dos interiores son brillantes, pero perca de la zona peligrosa, meditan demasiado acerca de los riesgos, y al cabo no se deciden a buscarlos. En el eje han colocado los rojiblancos a Mújica, por ahora, pero la solución no es la mejor, puesto que el trio atacante multiplica pases y combinaciones, sin decidirse a profundizar, y menos a disparar. Hasta que la velocidad de los defensas valencianos decidía esas situaciones, que se reiteraron hasta la saciedad en el campo y la protesta en las gradas.

Tal fue la tónica del partido durante la poco brillante primera parte, de dominio blando del Atlético y de defensa resuelta del Valencia. Pero en este choque, dos jugadores excepcionales, entre los del grupo forastero: los medios volantes Herrero y Puchades. Este, singularmente, tiene una magnífica capacidad para reaccionar, lo que en un futbolista en esa zona tiene valor extraordinario, puesto que, aun perdida una pelota, se puede siempre confiar en que llegue a tiempo de recuperarla y desbaratar la jugada.

El primer gol fue rematado por Mundo, a los seis minutos. La ofensiva valenciana profundizó fácilmente por él centro, ya que Aparicio, no recuperado todavía, se mostró indeciso, y a ese tiempo, tras un forcejeo ante el marco local, la pelota, devuelta sin fuerza, fue alcanzada por el delantero centro, que, a la media vuelta, remató sin dudarlo. Y la única, duda a cargo del guardameta, dio lugar al gol.

A partir de ese instante, el Valencia retrasó a su interior derecha, Pasieguito, para apoyar a los medios volantes. Y como éstos se multiplicaron en esfuerzo de extraordinarios rendimientos y aciertos, la presión (que no dominio asfixiante) del equipo local careció dé profundidad, de remate y de peligro.

Persistió en sus errores el Atlético durante esa primera media hora de juego, que fueron aciertos en el campo rival. El dominio insistente no podía mejorar la situación, porque los atacantes se obstinaban en jugar por alto, y la resolución de los valencianos frustraba enérgicamente todo intento. Entre tanto, las escapatorias de los cuatro delanteros blancos eran peligrosísimas, y en una de ellas, Aparicio no tuvo más remedio que sujetar a Igoa, a riesgo de la falta, lanzada sin consecuencias. Pero en seguida, en nuevo avance valenciano por el ala izquierda, Seguí burló a Riera con hábil zancada para disparar luego, desde lejos, un tremendo chut, que entró como un rayo, sin que Domingo se enterara.

Todavia tardó el bando local algunos minutos en enterarse de que la derrota era inevitable por los caminos de las demostraciones artísticas. Hasta que los impacientes fueron legión y las protestas galvanizaron a los futbolistas. Entonces, como un viento de furia, el Atlético se volcó en un intrépido y a veces desordenado alarde. Pero la falta de calidad estuvo sobradamente comprensada con la emoción y... con los goles.

Cinco minutos después de aquel tanto, Silva puso un buen centro ante el marco, y Múgica, con certero cabezazo, engañó a Eizaguirre, enviando la pelota al fondo de la red. En lo sucesivo, el Atlético forzó todos sus recursos, y el Valencia se defiende con la plenitud de todos sus medios, y, sobre todos, la seguridad de Eizaguirre, que neutralizó magníficos disparos. A pesar de ello, faltando cuatro minutos, un centro de Juncosa dio la oportunidad para un soberbio choque entre Puchades y Silva, en defensa aquél; para rematar éste. Y la decisión y el ímpetu de éste fueron superiores, y el disparo entró en el marco como una exhalación. Un gol de bandera, una emocionante jugada y dos jugadores caídos, que poco después, repuestos, pudieron continuar. En fin, últimos minutos de suprema intensidad, con dominio absoluto de los rojiblancos, y un empate que puede servir de lección. Aunque el espectáculo no fuera desdeñable.

En el Valencia ha desaparecido el tono bronco, aunque varios de sus jugadores jueguen duramente. En todo caso, los resabios que quedan están a cuenta de Álvaro. Lo mejor del equipo es la línea intermedia, y en el ataque, Seguí camina hacia una gran figura, Mundo sigue en la brecha y Epi hace lo que quiere, cuando quiere, que, naturalmente, no es siempre. Del Atlético, Lozano el mejor, seguido por la tenaz voluntad de Riera. Y en el ataque, todos en el plazo final y ninguno antes. Tuvimos un arbitro que siguió el juego (Casal) y como el fútbol, aunque fuerte, no fue malintencionado, no hubo dificultades ni conflictos. Como no fueran los planteados por los propios futbolistas rojiblancos, obstinados en jugar con tanto retraso.