Ficha de partido
Valencia CF
0 - 0
Hamburgo SV
Equipos titulares
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Boulahrouz
31'
Pablo Aimar
36'
David VillaPatrick Kluivert
45'
Descanso
45'
MahdavikiaBedinlich
46'
Miguel Ángel AnguloFrancisco Rufete
56'
ReinhardtDemelr
58'
David Albelda
70'
Lauth
70'
Marco Di VaioRubén Baraja
70'
TrochowskiJarolim
84'
Final del partido
90'
Estadio
Rival: Hamburgo SV
Records vs Hamburgo SV
Máximo goleador: Wilmar Cabrera (3 goles)
Goleador rival: Hrubesch (1 goles)
Más partidos: Enrique Saura (2 partidos)
Mayor victoria: 5 - 1 (17.08.1984)
Mayor derrota: 0 - 3 (01.08.1979)
Más repetido: 5-1 (1 veces)
Crónica
Impotencia, fracaso y lamentable adiós a Europa. El Valencia fue incapaz de hacer un solo gol al Hamburgo y su juego, brillante en los primeros minutos, se diluyó hasta caer en la más profunda mediocridad. Únicamente la afición de Mestalla cumplió con su papel, llevando 42.000 personas al estadio y animando hasta que la desesperación lo hizo imposible. Horas antes del partido, el club anunció la cesión de Hugo Viana como sustituto de Edu. Barbarez vio el partido desde el palco. El futbolista bosnio se mordía las uñas contagiado por la tensión de una final que no pudo jugar por la tarjeta que vio en Hamburgo. Pero quiso estar con sus compañeros y su solitario gol en el estadio Arena sirve para que el equipo alemán continúe paseándose por Europa , ahora en la Copa de la UEFA.
El Valencia dice adiós al primer título de la temporada. La Intertoto, un título menor que daba el pasaporte continental, se va camino del mar del Norte. El Valencia fue incapaz de forzar la prórroga ante los alemanes. El empate sin goles en Mestalla refleja la solidez del cuadro teutón y al mismo tiempo la impotencia ofensiva de los blanquinegros, que quisieron, pusieron corazón, pero adolecieron de falta de lo que en fútbol es fundamental para ganar: remate y acierto. Y eso que el Valencia salió decidido a resolver sin miedos ni presiones, pero enfrente se encontró un bloque sólido que no iba a ofrecer ninguna concesión y que, además, mostró repetidas veces su espíritu defensivo.
Para llegar a la UEFA los blanquinegros necesitaban ganar por al menos dos goles de diferencia y buscaron el marco de Wachter con reiteración. Desde el primer minuto los de Quique apretaron el acelerador con buena labor en el centro de la media y repetidas aperturas a las bandas, donde Rufete y Vicente encontraban el camino de acceso. Aimar se había echado la responsabilidad a las espaldas y, a modo de director de orquesta, ponía en esos momentos las mejores notas de calidad en una melodía que se repetía una y otra vez. Presión, internadas, centros, intentos de remate y vuelta a empezar. Todo con el continuo apoyo de una afición tan ávida de victorias y goles como el equipo.
Pero, aunque el balón rondó mucho el área visitante, los valencianistas en el primer tiempo sólo tuvieron dos remates. Una clara ocasión de Kluivert con la cabeza, que estrelló el balón en el travesaño, y un remate previo de Rufete cuando, minutos antes, Aimar había rubricado la mejor jugada del partido con repetidos quiebros y regates. A los alemanes les valía un empate sin goles. Estaba claro que no iban a arriesgar. Por eso cedieron el control del juego y aprovecharon el empuje local para salir a la contra. El día anterior su entrenador, Thomas Doll, había advertido que buscarían marcar y no sólo se refirió al acierto de los suyos, sino a los posibles errores de la defensa blanquinegra.
Sin embargo, la zaga local con Moretti espléndido, apenas tuvo fisuras que permitieren sorpresas, aunque al borde del descanso una pérdida de balón de Kluivert acabó en jugada polémica al borde del área que el árbitro pasó por alto. En la segunda parte el Valencia salió con la misma predisposición ofensiva, pero siguió pecando de falta de remate. Villa había reemplazado a Kluivert y el juego no varió cuando, minutos después, Angulo sustituyó a Rufete. Los blanquinegros iban a la desesperada y los alemanes controlaban al tiempo que, de vez en cuando –demasiadas veces–, enseñaban los dientes en jugadas a la contra.
Las repetidas pérdidas de balón de los valencianistas se acumulaban y propiciaban que el Hamburgo llegara más. Por momentos, los nervios afloraban tanto en el campo como en la grada. Iban pasando los minutos y Europa se alejaba de Mestalla. Jugadas violentas, malos modos y continuas pérdidas de tiempo. Quique no lo dudó. Se la jugó. Fue valiente. La incorporación de Di Vaio en el puesto de Baraja supuso un cambio de dibujo para plantear un sistema mucho más ofensivo. No había otra, porque necesitaba marcar. El Valencia jugó con tres defensas (Albiol, Ayala y Moretti), un pivote defensivo (Albelda), tres volantes de ataque (Angulo, Fabio y Vicente), Aimar en la mediapunta y el italiano y Villa por delante.
Era un ir a por todas para salvar los muebles. Pero los blanquinegros lo hicieron más con el corazón que con la cabeza. Poco a poco el rendimiento había ido a menos. El equipo de Quique necesitaba el gol para forzar la prórroga pero ni llegaba el tanto ni fluían las ideas. Fue un Valencia que quiso, que lo intentó, pero que no pudo. A pesar de todo Vicente, en el minuto final, puso un ay en la grada e hizo lucirse al portero alemán en el único remate que hizo el Valencia durante el segundo periodo entre los tres palos.
Ya no quedaba tiempo. Era un equipo vencido, que daba los últimos coletazos a modo de despedida a la ilusionante Copa de la UEFA. Al Valencia le faltó la pólvora, la tuvo mojada y en esta tesitura Quique tendrá que trabajar mucho con sus hombres, porque siguen sin ver puerta. En una plantilla donde aparecen goleadores como Kluivert, Villa, Mista, Di Vaio e incluso Angulo o Aimar, falla el gol. La magia de Vicente y el Cai no es suficiente para resolver los partidos.
El Valencia dice adiós al primer título de la temporada. La Intertoto, un título menor que daba el pasaporte continental, se va camino del mar del Norte. El Valencia fue incapaz de forzar la prórroga ante los alemanes. El empate sin goles en Mestalla refleja la solidez del cuadro teutón y al mismo tiempo la impotencia ofensiva de los blanquinegros, que quisieron, pusieron corazón, pero adolecieron de falta de lo que en fútbol es fundamental para ganar: remate y acierto. Y eso que el Valencia salió decidido a resolver sin miedos ni presiones, pero enfrente se encontró un bloque sólido que no iba a ofrecer ninguna concesión y que, además, mostró repetidas veces su espíritu defensivo.
Para llegar a la UEFA los blanquinegros necesitaban ganar por al menos dos goles de diferencia y buscaron el marco de Wachter con reiteración. Desde el primer minuto los de Quique apretaron el acelerador con buena labor en el centro de la media y repetidas aperturas a las bandas, donde Rufete y Vicente encontraban el camino de acceso. Aimar se había echado la responsabilidad a las espaldas y, a modo de director de orquesta, ponía en esos momentos las mejores notas de calidad en una melodía que se repetía una y otra vez. Presión, internadas, centros, intentos de remate y vuelta a empezar. Todo con el continuo apoyo de una afición tan ávida de victorias y goles como el equipo.
Pero, aunque el balón rondó mucho el área visitante, los valencianistas en el primer tiempo sólo tuvieron dos remates. Una clara ocasión de Kluivert con la cabeza, que estrelló el balón en el travesaño, y un remate previo de Rufete cuando, minutos antes, Aimar había rubricado la mejor jugada del partido con repetidos quiebros y regates. A los alemanes les valía un empate sin goles. Estaba claro que no iban a arriesgar. Por eso cedieron el control del juego y aprovecharon el empuje local para salir a la contra. El día anterior su entrenador, Thomas Doll, había advertido que buscarían marcar y no sólo se refirió al acierto de los suyos, sino a los posibles errores de la defensa blanquinegra.
Sin embargo, la zaga local con Moretti espléndido, apenas tuvo fisuras que permitieren sorpresas, aunque al borde del descanso una pérdida de balón de Kluivert acabó en jugada polémica al borde del área que el árbitro pasó por alto. En la segunda parte el Valencia salió con la misma predisposición ofensiva, pero siguió pecando de falta de remate. Villa había reemplazado a Kluivert y el juego no varió cuando, minutos después, Angulo sustituyó a Rufete. Los blanquinegros iban a la desesperada y los alemanes controlaban al tiempo que, de vez en cuando –demasiadas veces–, enseñaban los dientes en jugadas a la contra.
Las repetidas pérdidas de balón de los valencianistas se acumulaban y propiciaban que el Hamburgo llegara más. Por momentos, los nervios afloraban tanto en el campo como en la grada. Iban pasando los minutos y Europa se alejaba de Mestalla. Jugadas violentas, malos modos y continuas pérdidas de tiempo. Quique no lo dudó. Se la jugó. Fue valiente. La incorporación de Di Vaio en el puesto de Baraja supuso un cambio de dibujo para plantear un sistema mucho más ofensivo. No había otra, porque necesitaba marcar. El Valencia jugó con tres defensas (Albiol, Ayala y Moretti), un pivote defensivo (Albelda), tres volantes de ataque (Angulo, Fabio y Vicente), Aimar en la mediapunta y el italiano y Villa por delante.
Era un ir a por todas para salvar los muebles. Pero los blanquinegros lo hicieron más con el corazón que con la cabeza. Poco a poco el rendimiento había ido a menos. El equipo de Quique necesitaba el gol para forzar la prórroga pero ni llegaba el tanto ni fluían las ideas. Fue un Valencia que quiso, que lo intentó, pero que no pudo. A pesar de todo Vicente, en el minuto final, puso un ay en la grada e hizo lucirse al portero alemán en el único remate que hizo el Valencia durante el segundo periodo entre los tres palos.
Ya no quedaba tiempo. Era un equipo vencido, que daba los últimos coletazos a modo de despedida a la ilusionante Copa de la UEFA. Al Valencia le faltó la pólvora, la tuvo mojada y en esta tesitura Quique tendrá que trabajar mucho con sus hombres, porque siguen sin ver puerta. En una plantilla donde aparecen goleadores como Kluivert, Villa, Mista, Di Vaio e incluso Angulo o Aimar, falla el gol. La magia de Vicente y el Cai no es suficiente para resolver los partidos.